Se llama púlpito pero no está en una iglesia
(adivinanza)
Los caminos que nos conducen a elegir un destino son inescrutables.
La inspiración, fortuita en ocasiones y premeditada en otras, puede dispararse a raíz de un mero comentario de un colega, de una oferta de vuelos de la que tenemos constancia en el lugar y momento adecuados o de un amigo que sabemos que recibirá nuestra visita con los brazos abiertos.
En ocasiones, también, es el destino el que nos sorprende con una imagen, esa instantánea justa que despierta nuestros instintos exploradores.
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Está fue la visión que a mí, en su día, me eclipsó. Fue tenerla ante mis ojos y necesitar irremediablemente estar ahí. Y hoy parece que por fin, Ryanair mediante, el día está próximo.
Noruega. Un destino al que le tengo muchas ganas.
Continuará.
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