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Brunch en Le loir dans la théière (París)

Cualquiera que me conozca sabe que soy una comilona de esas que a veces parece no tener fondo. Y que puedo zampar una media de veces al día que a mí me parece de lo más normal pero que, cuando veo las caras de sorpresa de mis amigas, entiendo que de normal no tiene nada. Por eso, un brunch en París a las 9.30 de la mañana capaz de saciar mi apetito hasta la hora de la cena...señores...¡es un señor brunch! Así que tomad nota: un gran acierto en París es ir a desayunar a (alerta que no lo quiero escribir mal) Le loir dans la Théière.

Nosotras fuimos un sábado. Nos levantamos prontito porque queríamos exprimir a tope el día, ¡París nos esperaba! ¡Qué ansias de salir a la calle y recorrerla! Mi amiga J nos había dado un excelente listado de recomendaciones y de él rescatamos esta cafetería, entre otros motivos porque estaba cómodamente ubicada en nuestro barrio, pudiendo así ir hasta allá callejeando. Con lo que no contábamos era con la lluvia y el cielo gris, que deslucía un poco el día. Aun así, nuestro entusiasmo viajero no se iba a ver empañado por las nubes, no way!

La zona donde está (ya lo he dicho en otros posts) es una pasada. Es un barrio genial, agradable, animado... ¡viviría en Le Marais

- Excusez-moi- pregunté tímidamente en mi francés algo acartonado- Oú est la Rue des Rosiers? 

- Dos calles más adelante, girando a la izquierda- me contestó el transeunte en un perfecto español.

- ¡Gracias! 

Y así, el señor español y su perro (¿andaluz?) reprendieron tan panchos su paseo matutino mientras nosotras, divertidas, nos disponíamos a rematar la caza de nuestro perfecto desayuno.

Por fin, estábamos en la calle de los rosales. ¡Y menuda calle bonita! Llena de boutiques, perfectamente cuidada y con plantas y flores engalanándola y discurriendo a lo largo de cada acera. ¡Sí señor, esto prometía!




Nuestros pasos se detuvieron ante el número 3. Un local a priori estrecho y alargado que, en una segunda ojeada/cotilleo a través de sus ventanales, me hizo pensar: "sí señor, este sitio me va a molar". Porque sí, porque cada vez me gusta más lo bonito, lo cuidado, el gusto, el diseño, el encanto. No hablo de lujos, no. ¡Hablo de estar rodeada de espacios agradables


Llegamos muy prontito. Se notaba que acababan de abrir (a las 9.30) y les pillamos con las manos en la masa, los carteles del menú encima de las mesas y en plena puesta a punto del espacio para la jornada. Éramos las primeras clientas del día, lo cual no me importó en absoluto.  Al contrario. ¿Qué problema iba a tener en disfrutar de una sala tan bonita y con decoración tan interesante solo para nosotras? Nos sentamos junto a la ventana, yo con vistas a la calle, así como al cielo gris, a la lluvia fina que lo salpicaba todo...y entonces respiré y pensé: qué maravilla de lugar, que mágico todo, este día no podría haber empezado mejor.

El chico que nos atendió, estiloso y rollo gafapasta, nos comentó que los fines de semana solo servían el brunch, no a la carta. Nos pareció estupendo. Y más aun cuando al cabo de un rato nos trajeron los numerosos platos que salpicarían nuestra mesa hasta inundarla de sabores dulces y salados. Que si un cuenco de huevos revueltos... que si unas salchichas...que si panes diferentes... tostadas, compota de manzana, café creme (de muy buen sabor), croissant, pain au chocolat... ¿Sigo? Mejor lo cuento con fotos, ¿no?



A lo lejos, en la barra, vi unas tartas con una pinta es-pec-ta-cu-lar. 

En definitiva, que no me pareció nada mal pagar los 21 euros por cabeza a cambio de ese festín que nos daría energía para ir a patear durante horas la orilla derecha del Sena. Y me reitero hoy. Así que, con la barriga bien llena y satisfechas, nos dispusimos a atravesar en primera instancia esa joya envasada en un frasco pequeño que es la isla de St. Louis. 

Ahora mismo, mientras escribo estas líneas, aun me deleito cerrando los ojos y viéndonos a las dos amigas sentadas en esa mesa, rodeadas de silencio y paz y lluvia y belleza. Y pienso. Pienso que esos son los momentos por los que viajar vale tanto (tanto) la pena.

FICHA TÉCNICA

Barrio: Le Marais.
Dirección: 3 Rue des Rosiers, 75004 Paris, Francia.
Teléfono:+33 1 42 72 90 61
Horario: 
lunes   10:00 – 19:30
martes   10:00 – 19:30
miércoles 10:00 – 19:30
jueves   10:00 – 19:30
viernes   10:00 – 19:30
sábado   09:30 – 19:30
domingo   09:30 – 19:30

Estilo: bohemio, vintage.
Brunch por 21 euros.
Consejo: no os pidáis un café con leche adicional al del brunch, ¡os clavarán cuatro euros!

Restaurante Ciel de Paris

Hoy os quiero contar LA experiencia gastronómica de mi escapada a París y uno de mis mejores recuerdos del viaje.



Todo el mundo hoy en día habla de las experiencias como reto. Los que nos dedicamos al turismo, por ejemplo, tenemos muy claro que se trata de venderlas y conseguirlas. Que ahí reside la clave para llegar al nuevo viajero, al que de verdad interesa. Sin embargo, todo esto no deja de ser una teoría que está muy de moda.

Por eso, cuando tienes por vicio viajar (como yo) y te topas cara a cara con una de esas vivencias que te llenan y te hacen absolutamente feliz...entonces es cuando todas esas lecciones de marketing experiencial cobran sentido, cuando surge una necesidad  genuina e imperiosa de compartir y recomendar.  




Eso es lo que me pasó la noche que toqué el cielo de la capital de Francia. La noche que  mi amiga G me invitó a cenar al restaurante Ciel de Paris (Tour Maine Montparnasse 56e étage, 33 Avenue du Maine. +33 1 40 64 77 64. Metro: Montparnasse).





Antes de entrar en detalle, me arranco con una reflexión. Cuando uno prepara un viaje, muchas veces acaba tan cargado de consejos y recomendaciones que se satura. Yo misma, por poner un ejemplo, me vuelvo como loca preguntando a amigos y conocidos donde ir, qué visitar, dónde comer... ¡Especialmente donde comer o cenar! La realidad es que el tiempo es limitado y que no siempre hay ganas u oportunidad de ir a toda esa lista de nombres que, en teoría, no te puedes perder. De hecho, no nos engañemos, muchas veces las comidas te pillan en ruta y acabas improvisando o entrando en cualquier sitio que tienes a mano, probando tu propia suerte, acertando en ocasiones y errando en otras. En definitiva, acabas haciendo tu propio camino. Me he dado cuenta de que demasiadas recomendaciones pueden ser contraproducentes y que más vale llevar señalados en el mapa un par de lugares para comer, sin saturarse, teniendo bien clara la zona donde están y cómo llegar hasta ellos que veinte que no vas a poder visitar y que solo te van a generar sensación de fracaso o desasosiego por la tarea no cumplida.

Eso es lo que he puesto en práctica en París y estoy encantada con la decisión. 

Por eso, seré muy concreta con mi recomendación, advirtiendo que se trata de un local exclusivo y caro pero, ¿acaso no os permitís lujos en los viajes que os parecerían locuras en vuestra ciudad de residencia habitual? ¡Yo sí! Y es muy sano y recomendable. Pequeñas locuras de los viajes, ya sean aventuras o caprichos. Además, ¿a quién no le gustaría cenar entre las nubes y con las vistas más privilegiadas de París, frente a frente con la Torre Eiffel? ¡Es un lugar impresionante! 


El restaurante es simplemente maravilloso. Ubicado en las alturas, en la planta 56 de la Torre de Montparnasse, goza de una decoración algo futurista y con mucho estilo. Rodeado totalmente de ventanales, cuando cada hora la Torre Eiffel se ilumina con su juego especial de brillos, ¡el ojo te lo guiña a ti!


El servicio y el trato son exquisitos, ¡ninguna pega! Ahí dentro te sientes como una reina. El menú prefijado y acompañado de barra libre de champagne y vino es rico rico. Ahí os dejo con algunas fotos, porque en un caso así, creo que las imágenes se encargarán de explicar el resto.



Si vais, ya me lo contaréis. 


¡Atención al postre!




El entrante: crema de langosta. ¡Deliciosa!

¿Os he contado el súper brunch que nos metimos en el maravilloso barrio de Marais? ¡Imprescindible! Menos mal que hicimos caso al consejo de mi querida J...pero eso, será en otro momento...

París en 3 días: prólogo

No sé por dónde empezar a desenmarañar las maravillas de esa ciudad.

Sin duda, mi conclusión es que París es una ciudad que sabe mejor a los treinta que a los veinte. Porque cuando fui por primera vez, con diez años menos, ya os digo yo que me faltaron muchas tablas y algunas (ejem) canas para apreciar la elegancia de la capital de Francia. Entonces, siendo como era servidora residente en Londres, lo mío eran las ciudades jóvenes y canallas. París me pareció demasiado clásica, demasiado carroza y demasiado monumental. Una de esas grandes bellezas sosas que no te dicen nada.


¡Demasiado ciega estaba yo!

Será que me estoy aburguesando o que me hago mayor. Será que ahora me gusta más el vino que la cerveza. Será que París impresiona menos al bolsillo de una trabajadora que al de una estudiante... Sea lo que sea, esta vez mi diálogo con el destino turístico más popular del mundo ha sido de tú a tú, no de usted. Y me ha encantado.

Tres días intensos que me han hecho llenar la maleta de montones de experiencias, como por ejemplo esa noche de sábado en la que cené en el Cielo de París. ¿Tienes un minuto y te lo cuento?

Continuará...


Paris mon amour

Qué emocionante es que justo cuando estás en los días previos a irte a París, te pongan Amelie en la tele. ¡La absorbí como si la vida me fuera en ello! Una de mis películas favoritas y uno de mis próximos destinos. El próximo.

¡París nos espera! 

Pero antes de hablar del destino turístico más popular del mundo, pongámonos en situación. Y, para eso, ¿qué tal un poco de música?



Ahora sí. Mucho mejor.

Pues bien. Como compartí en su día, cualquier excusa es buena para perderse por ahí. Así que esta vez la excusa se viste de promesa a una amiga, de un comentario casual años ha en el que le dije que si al cumplir los 40 no había visitado la ciudad de la luz y nadie la había llevado, pues que yo sería su princesa azul y pondría los medios para que nos plantáramos en la capital de Francia. ¡Y así será!

Para los que vivan en Palma de Mallorca como yo, sabed que Vueling opera directo hasta allá y que se pueden conseguir vuelos, con algo de antelación, por menos de 150 euros.

En cuanto al alojamiento, os cuento mi experiencia. Después de valorar varias opciones y de rebuscar Booking y las ofertas de Voyage Privé, pasaban los días y nada nos convencía. Acabé alquilando a través de Booking un apartamento turístico, con unas críticas estupendas y una pinta fantástica. Sin embargo, con el tiempo le fui infiel y lo cancelé. ¿Por qué? Pues básicamente por su ubicación, ya que tras analizarlo bien y consultar corroboré que estaba demasiado retirado del centro y que, desde luego, nos podíamos olvidar de ir a pie a ninguna de las atracciones turísticas. Así que con mucha pena escribí al dueño, un señor que parecía sobre el email de lo más majo, para desbloquearlo. Sus datos, por si alguien pudiera animarse para una estancia más larga o no tan enfocada al turismo, son los siguientes:

Appart'Tourisme - Paris / Blois / Metz

Una ayuda importante. Para poder reservar el alojamiento en París, el primer reto es familiarizarse con sus arrondissement, que no son más que distritos o divisiones administrativas. Para entendernos, el centro de la ciudad es el distrito I (donde se localiza el Louvre) y así hasta un total de XX. El apartamento que habíamos descartado estaba en el XV.
wikipedia













Decididas a buscar una alternativa más céntrica, me animé a recurrir a Airbnb.es, tras mi excelente experiencia en Nueva York. Busca que te busca, nuestra elección fue (and the winner is...) un coqueto apartamento turístico en uno de mis barrios favoritos de por allá: Le Marais. ¡Nuestra residencia durante tres noches y la ocasión para sentirnos como unas parisinas por un fin de semana largo! 

Su ubicación estupenda (podemos ir a pedir azúcar en caso de necesidad a nuestro vecino el Centro Pompidou), su toque bohemio y su relación calidad precio nos acabaron de convencer. ¡Ya os contaré qué tal!

¿Conocéis Le Marais? ¡Es lo más! Así lo definen por ahí: Le Marais es un barrio de esplendorosos jardines escondidos, galerías de arte y rincones de decoración. Las calles de adoquines y las coloridas panaderías que emergen en un enredo de hiedras resaltan el meticuloso estilo de este barrio que es considerado el lado viejo de París. Una zona bien mantenida gracias al cuidado que alguna vez le dio la población judía y que hoy conservan sin dejar detalles al azar.


¡Nuestro apartamento estará a 15 minutos a pie del Louvre!



¡Estoy muy emocionada y me apetece un montón! Será mi tercera vez (ya lo dicen que no hay dos sin tres) pero estoy dispuesta a calzarme los zapatos como si fuera la primera y verlo todo a través de los ojos de mi amiga G. Mi objetivo es inmortalizar la cara de felicidad que se le va a poner, aunque espero que esto último devenga en plural y que sean caras, ¡muchas caras! 

¡Ya contaré a nuestro regreso!