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#SaboreandoGijón

Soy una parrocha y, como soy joven, mis padres me dicen que mi cabeza está llena de burbujas. Lo que no saben es que tengo muy claro lo que quiero y anhelo.

Sueño con acabar #saboreandogijon en primera persona, con reirme de mi sino que, inexorable, me conduce a acabar en la mesa de un alegre visitante de esta tierra, ligada al mar Cantábrico en el que habito. Y eso que me han educado para participar de la muestra más agradable de la vinculación de Gijón al mar, que no es otra que su gastronomía. Sí, he nacido para ser protagonista, junto a otros pescados y mariscos, de las recetas marineras de la cocina gijonesa. Y veo como la gente puede disfrutarla todo el año, porque Gijón, como su mar, nunca cierra.

Sueño con ser humano para probar eso del "Gijón Gourmet". Sueño con que, de la mano de clásicos cocineros o de jóvenes promesas, pueda degustar dos originales entrantes, dos platos seleccionados, un postre diferente y un vino especialmente elegido para la ocasión. Sueño con llamar a mis amigos y reservar en cualquiera de los 9 restaurantes que ofrecen esta experiencia sensorial única. Esas son las cosas que, sin duda, me gustaría experimentar.

Sueño con escurrirme, con romper los ritmos marcados por la tabla de mareas y pisar tierra firme. ¿Y por qué? Pues porque desde la playa de San Lorenzo, donde habito, he podido ser testigo de como en los últimos años Gijón ha estrechado su relación con el mar, acondicionando viejos y nuevos espacios como Poniente, el faro del Cabo Torres o la Senda del Litoral, logrando así el disfrute de todos. Veo como gente de todas las edades participa en atractivos paseos en barco por la bahía gijonesa, como salen del puerto deportivo, pasan a mi lado en la playa y gozan así de una vista excepcional del muelle local, el cerro de Santa Catalina o esa famosa escultura de Chillida, la del "Elogio del Horizonte". 

Me dan mucha envidia.

Yo, que con el tiempo debería llegar a ser una sardina, también quiero disfrutar de todas esas actividades ligadas al mar, aunque no quiero ser desagradecida, pues no negaré que es muy divertido vivir en aguas de Gijón cogiendo olas. 

No sé explicarlo pero hay algo dentro de mí que me grita "vívela en la calle". Quiero sumergirme y vivir en primera persona que Gijón sea la capital mundial de la sidra


Cuando le explico a otras parrochas que quiero hacer la ruta de la Sidra, no me entienden. Pobres. No valoran como yo que Gijón te permita disfrutar de todos los matices de la cultura de la sidra. Que la gente visite llagares, conozca dónde se vende la sidra, deguste dulces elaborados con manzana o pruebe una botella de nuestra bebida más típica. ¡Yo también quiero hacerlo! De hecho, ya he escogido mi bono de entre los tres disponibles:  me quedaría con el Bono Capricho. Me complace ver que Gijón se lo pone fácil a los visitantes, porque todos se pueden comprar en las Oficinas de Turismo y en la tienda online de su página web. 



 



Si algún día cumplo mi sueño y llego a tener dientes, los hincaré en una de esas deliciosas manzanas, ¡qué no hacerlo sería pecado!

No me da miedo dar el salto a tierra firme. En Gijón no. Porque, en caso de añorar mi hogar acuático en el futuro, son varios los planes posibles a los que podría recurrir:


A) siempre me quedaría la opción de ir a Talasoponienteel moderno centro de talasoterapia de Gijón que ofrece la posibilidad de disfrutar de los efectos del medio marino para relajar tanto el cuerpo como la mente, disfrutando de los tratamientos más avanzados. Su método terapéutico natural y respetuoso con el organismo humano consiste en la utilización del medio marino (agua, arena, algas, lodos, etcétera).





B) Siempre podría coger mi tarjeta turista "Gijón Card" para beneficiarme del 33% de descuento y con ella, acudir al Acuario de Gijón, para así saciarme con un recorrido de dos horas por sus 60 acuarios de agua dulce y salada. ¿Qué mejor manera de rememorar al detalle la flora y la fauna de los mares del mundo? Podría saludar a salmones, anguilas, nutrias, truchas, esturiones, peces cofre, pingüinos o tiburones toro (de casi tres metros), gris y nodriza. Todos ellos conviven en el Acuario de Gijón junto a las tortugas verde y boba. ¿Sigo? Porque estos son sólo algunos de los 5.000 animales a los que podría saludar durante la visita.




Es por todo esto y por mucho más que estoy dispuesto a dejar de ser un pez en Gijón, Asturias con sal. Una ciudad diferente a otras de su entorno, donde la libertad se valora por encima de todo. Eso le da su sal. Una ciudad en la que su gente es gente salada, acogedora y en la que siempre se encuentra más de lo que se busca y se espera. Algo me dice que encajaré en un lugar así, ¿no?

4 comentarios:

  1. Un relato muy original y muy bonito; estupenda redacción, ¡¡enhorabuena!!

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  2. ¡Muchas gracias Manu! La verdad es que he disfrutado escribiéndolo...

    Un abrazo

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  3. Muy bonito tu relato, estoy pensando en participar, pero luego de leerte, mmmmmm, no sé yo, es muy dulce tu texto. Pero bueno lo intentaré, porque me gusta escribir como a tí.

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  4. ¡Muchas gracias Constanza! Muy bonito tu comentario. ¡Un abrazo!

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