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De viajes de una semana a Doha, maletas, modelitos y sabores de boca

¿Qué meter en la maleta a Qatar?

Buena pregunta.

La tarea, incluso para las que ya llevamos la muesca de decenas y decenas de equipajes a nuestras espaldas, es un hueso duro de roer (no exento de dudas a resolver e incógnitas que despejar). Al elegir modelitos para un viaje a un país árabe, los dilemas se disparan en tu cabeza. Quieres ser práctica pero también vestir mona, procurar no ofender a nadie y evitar miradas reprobatorias. En definitiva, ir adecuada para ti y para los demás.


Siguiendo los consejos de A, nuestra súper anfitriona local, acabamos haciendo una maleta bastante europea, con vestidos, faldas, pantalones… excepto minis y escotazos, no faltaba de nada. ¿Qué se puede ir por las calles de Doha con vestido corto o falda? Claro. ¿Qué he llevado alguno durante el viaje? Sí. ¿Qué se puede ir con manga corta? Sin problema. De todas maneras, aunque esté socialmente permitido y aceptado, tengo claro que para la mujer que viaja a Qatar, lo más práctico es dejar los vestiditos en casa. Mejor optar por una remesa de pantalones holgados, a base de telas ligeras, y santas pascuas.

Para las noches, chaqueta fina. No olvidemos que estamos en el desierto y que al caer el sol, refresca. Por cierto, que esa es una de las cosas que más nos han sorprendido: lo pronto que oscurece en Doha, antes de las 17 horas. ¡Conviene tenerlo en cuenta a la hora de planificar las actividades del día!

Ellas lucen su “abaya” negra reglamentaria. La mayoría parapetan así la opción de paso más allá de sus ojos, algunas con la cara totalmente tapada. Con independencia de su indumentaria, las mujeres de Doha me han parecido más cercanas y amigables que las omaníes, aunque menos abiertas que las de Emiratos, aquellas con las que O y yo comentábamos, entre risas cómplices, sus túnicas y nuestros modelitos.


Doha es una de esas capitales del mundo que consigue que empatices con el yogur que vive en tu refrigerador. En una ciudad en la que entrar en un espacio cerrado es como irse de expedición al polo norte, un pañuelo para el cuello, un foulard para los hombros o cualquier prenda de su categoría llegará a ser tu amiga inseparable. Regla de oro: llevar uno en el bolso. Siempre.

Y para despedirme con sensaciones, pensamientos y emociones, que es mi sabor de boca preferido, debo reconocer que lo sé. Sé que las comparaciones son odiosas. Sin embargo, soy incapaz de evitarlo. En este viaje a Doha no he podido resistirme a comparar lo que iba viendo -o lo que la ciudad me hacía sentir- con lo que conozco de Emiratos Árabes: Dubai y Abu Dhabi. En algunos aspectos, Emiratos sale triunfante. Sin embargo, una de las cosas en las que Doha gana por goleada a sus vecinos unidos es su envidiable "skyline", esas líneas que sus rascacielos dibujan usando como lienzo el horizonte, sin duda otra de las sorpresas que más me han impactado de nuestro viaje de una semana a Qatar. 


Hablemos del "skyline" de Doha. En otro momento.


Viajar a Leeds en agosto

Antes de viajar a Leeds, lo poco que conocía sobre esas 5 letras era que daban nombre a un punto al norte de Inglaterra. No mucho más.

¿Qué me inspira Leeds? 

En primer lugar, que además de ser un destino urbano tranquilo coqueto es mucho más, pues forma parte de algo más grande y atractivo. Me refiero a Yorkshire, y Leeds me hizo pensar en las maravillas que se cuentan sobre aquel condado. 

El nombre de Leeds me saca los colores. Mi rostro se ruboriza al recordar y reconocer mi error pues, torpe de mí, durante los tres años vividos en Inglaterra, nunca -repito- nunca pisé la región que lo abraza: el Condado Histórico de Yorkshire. 


Ubicación de Yorkshire 

«Yorkshire UK 1851 locator map» por Dr Greg, Nilfanion and MRSC. Contains Ordnance Survey data © Crown copyright and database right 2010. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons.

Me consta que el vasto territorio de Yorkshire, el mayor condado de Inglaterra, es una pasada. Siempre lo tuve claro, aunque el golpe de gracia lo ejerció mi novio inglés de entonces, cuya familia es de la zona. Me hablaba maravillas del lugar: de sus paisajes, de su verde, de sus casas típicas de piedra... Sobre esos retazos, me las manejé para construir en mi cabeza una imagen de lo más bucólica. Dudo que me alejara en exceso de la realidad.

De todo eso, una vez más, no pude saborear mucho. En mi viaje a Leeds de este verano, me tuve que conformar con pasar un par de noches en una de sus principales ciudades (aunque puntualizo lo de conformar, ya que el término de marras rezuma tintes negativos y aquí servidora disfrutó de lo lindo de esas horas sueltas por sus calles).

En mi caso, viajar a Leeds desde Palma de Mallorca fue muy fácil. Mi ciudad cuenta con vuelos directos que conducen sin interrupciones hasta aquel importante centro metropolitano. ¿Cuáles consumí yo? Fueron los de Ryanair. ¿Y qué pasó después? ¿Cómo fueron mis primeras horas en Leeds? Ahí va el relato en tiempo real.

"¡Bienvenidos a Leeds! Piso la pista de aterrizaje y el fresco en la cara me confirma que estoy en Inglaterra. He leído que el aeropuerto queda a 20 minutos en coche de la ciudad. 

Abandonamos la pequeña terminal y salimos a la calle. Nos topamos de bruces con la oficina de reserva de los taxis, una especie de container negro que bien podría confundirse con la típica sucursal de alquiler de coches. 

El proceso para conseguir vehículo es rápido y eficaz: solicita un taxi en ventanilla, pagas (aceptan visa) y te vas, ¡así de fácil! Nos cobran eso sí 25 libras (una pasta por 20 minutos de trayecto), aunque no me pilla por sorpresa ya que Internet ya me lo había chivado.

Montados ya en el vehículo, los primeros minutos de trayecto me hacen pensar en los primeros minutos de otro querido viaje: la salida en coche del aeropuerto de Bristol: mismas carreteras estrechas y sinuosas. El paisaje que observor a través de la ventanilla me transmite orden. Casas bajas. Mucha vegetación. Limpieza. Tranquilidad (quizá demasiada). 

Como en Inglaterra el clima siempre es un tema, es momento de informar de que no cae ni gota, aunque el cielo si está teñido de color gris clásico. En cuanto a la vestimenta, voy con manga corta y una chaqueta fina y me apaño, aunque se hace saber que no soy nada friolera.

En breve llegamos al hotel. Nos alojamos en el reformado rebautizado Clayton Hotel Leeds, ¡no tiene mala pinta desde fuera! Más adelante descubriría todo su yo, el de un establecimiento funcional y correcto, la suma de habitaciones de un hotel de negocios estándar. Eso sí, el wifi funcionará de maravilla. Por el contrario, faltarán amenities

Tras el tiempo justo de soltar los trastos en nuestro nuevo hogar temporal, nos encontramos de vuelta en la recepción, donde nos hacen entrega de un práctico plano del centro, del que nos separan apenas unos minutos a pie. De camino, descubrimos muchas oficinas modernas entremezcladas con casas clásicas de ladrillo rojo y fábricas abandonadas de cristales rotos.

Primer contacto con Leeds

La primera impresión es muy buena. Leeds es seguro y el centro está muy cuidado. La ciudad es compacta y se puede recorrer fácilmente a pie. Mirando el mapa es muy sencillo ordenar la información y la visita, decidir lo que ver o hacer según apetezca. La zona de tiendas está claramente delimitada, así como la de ocio y, por último, la de museos, donde pasamos cerca del Ayuntamiento y junto a la Fundación de Henry Moore

Resulta muy sencillo completar un paseo general por todo el centro en una tarde. Pasamos por delante de la Catedral, ya cerrada desde las 17.30h. Me sorprende su reducido tamaño, me la esperaba más grande. Como me gustaría verla por dentro, decidimos darle otra oportunidad y acercarnos el viernes a las 12.30h. Entonces habrá misa y podremos entrar.



La zona de tiendas tiene buen aspecto. A estas horas (cerca de las 19.30h) el ambiente empieza ya a decaer. Observo que predominan los comercios de siempre, los que crecen como setas, independientemente del pais o la ciudad. Así es la comodidad, el valor seguro, la falta de sorpresa que caracteriza a las franquicias. 



Mirando hacia arriba (algo que deberíamos hacer más en la vida diaria y no solo en los viajes), llama mi atención un local con plantas, que cuelgan de sus altos techos. ¿Qué es esta cafetería de look moderno y divertido?, nos preguntamos. Resulta ser un espacio gastronómico cerrado, algo así como el PLATEA de Madrid pero en versión Leeds. En pocas palabras, os presento el 'food hall' de diseño del lugar. 

Como dato peregrino, contar que a Leeds la atraviesa un río llamado River Aire. ¿Es o no es un nombre delicioso? 

Hora de cenar

Aprieta el hambre. Tras curiosear un poco la zona de ocio y desgranar la oferta de restauración existente (que si italiano, que si asiático, que si portugués), acabamos cenando en el Becketts Bank, un gastropub situado en primera línea de la zona cívica de Leeds y a un paso de la zona comercial. Me mueve el antojo de comida de pub, la pena es que nuestra elección resulta ser un desastre total. Mis 'bangers and mash' (nótese que la bomba en cuestión tiene una onda expansiva de casi 1000 calorías), vienen cubiertos de una tonelada de guisantes (¿estarían de oferta?), mientras que los nachos para picar no pueden ser más insípidos, ¡si Zapata levantara la cabeza! Como el local -un antiguo banco de techos altos y fachada con columnas cuyo tipo no sé recordar- sí tiene su encanto, mi consejo es ir para beber pero no, no, no, ¡nunca para comer! (Precio de la cena: 21 libras)".

Leeds te da sorpresas

1_El que tuvo, retuvo. Se nota que la ciudad ha tenido y tiene mucho dinero, que ha sido y es lista, culta y espabilada. El que fuera en tiempos de la revolución industrial centro neurálgico de la producción de lana, es hoy segundo en el podium de mayor centro de negocios, financiero y de servicios legales de Inglaterra, únicamente a la sombra de Londres. Y todo ese esplendor, cultura y comercio se le escapa por sus edificios, por los vidrios hoy de sus modernas oficinas y por los ornamentos y fruslerías de ayer, en las fachadas de sus numerosos bellos edificios antiguos, la mayoría datados en algún momento del siglo XIX.

2_Muchos han mantenido intacto su continente, mientras que su contenido se ha vestido de tiendas y de centros comerciales, dotados de algunos de los más bellos interiores que he visto nunca. Ir de compras agradables es una de las cosas que se pueden hacer en Leeds. O visitar museos. O cortarse el pelo o retocarse la barba...



3_... Leeds está plagado de barberías con encanto, de esas por y para modernos, de esas que se llevan ahora. Locales con logos ad hoc en la puerta, comercios con mucho gusto que llaman la atención por contener un porcentaje de tatuados y hipsters por metro cuadrado de lo más elevado.

Ahora tengo sueño, así que es momento de pedirle al teclado que me deje descansar. De no pesarme los párpados, no me quedaría con tantas cosas que me encantaron en el tintero, tantos pequeños grandes planes en Leeds

La estupenda visita a la deliciosa y bien dotada Leeds Art Gallery. Me declaro enamorada hasta la raiz de la arquitectura y belleza de su cafetería.

La refrescante incursión en las salas de su vecino, el estimulante Henry Moore Institute.

La fascinante entrada en The Yorkshire Soap Company, la tienda en la que le hubiera hincado el diente a todos y cada uno de sus apetecibles jabones.

Las tiendas y arquitectura del centro comercial Trinity Leeds.

La comida rica y barata del restaurante asiático Pho, en el céntrico y juvenil espacio gastronómico Trinity Kitchen.

El rico café, atípicamente fuerte para mi jolgorio, en el agradable y original interior del edificio del Corn Exchange (sí, donde antaño se comerciaba con el maiz).

La cena que nunca fue en el restaurante del Radison Blu Hotel: el Fire Lake.

La cena que sí fue y sí disfruté en el sofisticado restaurante The Old Post Office.

En definitiva, me despido por hoy diciendo que Leeds me cae bien. Tal es mi "feeling" con esa pequeña ciudad, cómoda de visitar, a la que no le falta de nada. Despliega sus modestos encantos todos a un paso y, sin grandes estridencias, sabe dar lo que se necesita: comprar a gusto, comer a gusto y ejercer de puerta de entrada a unos alrededores típicamente británicos.



Hong Kong: consejos rápidos y sueltos

Sí. Alguien viaja en breve a Hong Kong. Sí, alguien me ha pedido si tengo información sobre ese destino en mi blog.

- No, no tengo nada colgado. ¡Pero eso tiene rápida solución!- contesto. 

Hong Kong me encantó, quizá porque supuso un soplo de aire fresco, un lugar civilizado después de tanta irritación. Porque sí (hoy todo parece girar en torno al sí, una de las palabras más usuales en español), China me saturó. No el país en sí, que tiene rincones maravillosos sino, y con todos mis respetos, sus gentes. Ya está, ¡ya lo he dicho! Y es que... ¡cuesta ser políticamente incorrecta! Aunque nunca se debe generalizar, debo afirmar que los chinos me parecieron de lo más irritantes. 

En fin, que me desvío. Que hablábamos de Hong Kong... 

¿Dónde nos alojamos en Hong Kong? 

Nos costó decidirnos, en parte porque servidora estaba obsesionada con la idea de acabar en una habitación con vistas. Vistas sobre la ciudad, vistas sobre la bahía... me obsesioné con procurar hacerme con vistas espectaculares, fueran las que fuesen.

Al final, con nuestra habitación en un piso alto, conseguimos unas vistas especiales, que ya es algo. Teniendo en cuenta la poca antelación con la que reservamos y que nuestro presupuesto, para entendernos, no era el de Donald Trump, ¡bien está lo que bien se acepta como una buena relación calidad-precio! El hotel afortunado fue:

Butterfly On Hollywood (4*)
263 Hollywood Road, Hong Kong

Uno de esos edificios estrechos y muy altos tan típicamente Hong Kong, uno de esos que parece hallarse cómodamente atrapado entre otros rascacielos. Hall de estilo moderno, ordenadores Imac a disposición del cliente y personal muy, muy amable. 



¿La habitación? De tamaño justo para dos pero, en definitiva, agradable. Entre maletas y personas, quedaba el espacio para moverse... y poco más. Pero me bastaba con tumbarme en la cama frente a ese gran ventanal, observar de fondo el enjambre de edificios altos y desgarbados y entonces... voilà... el resultado era mi cara satisfecha mientras el espacio y el tiempo se esfumaban a mi alrededor. Las vistas desde mi estancia, a la que cogí cariño (y eso es bueno), parecían saber transportarme a un mundo con el puntito distópico que yo estaba anhelando encontrar. Ni más, ni menos. 

Butterfly on Hollywood Hong Kong


¿La ubicación? Adecuada, cómoda para moverse por todo andando o en tranvía (aprovecho para adelantar que este último fue, sin duda, mi medio de transporte favorito para recorrer la ciudad). Cerca quedaban la zona del Soho o la muy recomendable visita al íntimo Templo de Man Mo, en el que nos sumergiríamos en un momento de nuestra estancia en Hong Kong.


De ruta por Hong Kong


Esta región especial de la República Popular China se divide en cuatro zonas: la isla de Hong Kong, Kowloon, los Nuevos Territorios y las Islas Exteriores. Nosotros nos alojamos en la isla de Hong Kong, concretamente en Central, donde parecen concentrarse la mayoría de hoteles. Por otro lado, Kowloon -en la península- también es una buena y popular alternativa para resolver felizmente una estancia a buen precio en Hong Kong.

¿Cómo moverse por Hong Kong?

Uno. Soy fan absoluta de los tranvías centenarios de Hong Kong. Recomiendo tomar uno siempre que sea posible, dejarse sorprender por su practicidad (término no registrado en la RAE pero que uso porque  me encanta) y divertirse de lo lindo subiendo a su segunda planta y viendo la ciudad pasar desde alguno de sus asientos de madera. Moverse a bordo del tranvía de Hong Kong es hacer historia. Eso sí, sus seis rutas solo discurren por la zona norte de la isla. De lo contrario, lo recomendable es moverse en tren (MTR para ellos) con la tarjeta Octopus (véase a continuación).


Moverse en tranvía por Hong Kong

Dos. Soy fan absoluta de la Octopus Card, la tarjeta oficial y reutilizable que sirve para pagar el transporte público y en muchas tiendas. Me reportó interesantes descuentos y, sobre todo, comodidad y agradables sorpresas (más ahorros y ventajas de las esperadas). 

Tres. Llegados a este punto es donde voy a dar voz a algunas de las notas de mi relato de viaje de uno de los días en Hong Kong:

"Son las 9.00h cuando salimos del hotel. Hoy es día de check out.

En un puesto callejero frente al hotel compramos cuatro bolas de dim sum por un precio irrisorio, 4,5 hkd, mientras que por el café para llevar del cercano Western Market pagamos un precio europeo de 2 dólares. Nos lo zampamos todo felizmente sentados en un banco de la placita que hay frente al restaurante- cafetería Harmony, lugar que tuvo el honor de servirnos nuestra primera comida en Hong Kong.

Nuestro plan para esta mañana es subir al Victoria Peak en el histórico Peak Tram, así que tomamos primero el tranvía hasta la parada 23 y ahí enlazamos con el famoso funicular. Resulta que al pagar con la Octopus Card, nos ahorramos hacer cola. ¡Todo son ventajas!

Por todo nos han recomendado que nos sentemos en el lado derecho del vehículo y obedientes, así lo hacemos. Pues bien, ¡tienen razón!: así, las vistas a lo largo de los divertidos y empinados 10 minutos de trayecto son mucho mejores.

Al salir, en la cima, topamos con un pequeño centro comercial. Entramos y vamos subiendo por las escaleras mecánicas porque así se llega hasta una terraza panorámica que promete vistas espectaculares. Observo que en una de las plantas hay un restaurante de la cadena Buba Gump, ese en el que sirven de mil y una maneras las gambas y que se inspira en la famosa película Forrest Gump. Nosotros quedamos muy contentos en el de Nueva York y este de Victoria Peak parece tener unas vistas de infarto sobre la bahía, así que si vuelvo algún día, no me importaría comer o incluso mejor cenar ahí.  Ahí lo dejo.

Resulta que hay que pagar un extra para acceder a la terraza panorámica... ya que hemos llegado hasta aquí, pagaremos. De nuevo, utilizando la Octopus Card nos saldría algo más barato (25 HKD en lugar de 30) pero justo nos hemos quedado sin saldo. ¡Qué no os pase lo mismo!

Ya estamos en la terraza exterior. El día no acompaña: está nublado y la visibilidad no es buena. Aun así, pasamos un buen rato tomando fotos y vídeos (las panorámicas con la aplicación del iphone quedan geniales). Decidimos seguir nuestro camino con la sensación de haber hecho bien en pagar y subir. 

De vuelta en el centro comercial, aprovechamos para curiosear en algunas de sus tiendas. Hay souvenirs interesantes y bastantes cafeterías en las que tomar algo y disfrutar de las vistas.

Al salir a la calle y antes de coger el tranvía de vuelta a la ciudad hacemos dos cosas, las dos recomendables. En primer lugar, entramos en la oficina de información turística que hay instalada dentro de un antiguo vagón del tranvía. Nos atiende una chica de lo más amable y nos explica que hay muchas rutas de senderismo en los alrededores. Es una pena porque no tenemos tiempo para explorarlas, nos quedamos con las ganas.

En segundo lugar, nos acercamos hasta una pequeña plataforma que hace las veces un mirador. Las fotos desde ahí también son interesantes y nos detenemos a estudiar el típico panel exterior con un dibujo de la bahía que nos permite identificar los diferentes edificios del skyline de la ciudad.

Ahora sí, cogemos el tranvía y volvemos a disfrutar del breve pero imprescindible trayecto en funicular que nos conduce sanos y salvos a la zona de Central. Como estamos apurando las últimas horas en la ciudad y no queremos irnos sin ver el barrio del Soho, del que tanto nos han hablado, enlazamos con el tranvía.

Tras un par de paradas, por fin estamos en el Soho. Y pienso, "menos mal que no nos hemos perdido esto".

Para empezar, tropezamos con un mercado de fruta y verdura callejero brutal.¡Maravillados estamos! ¡Qué fotogénico! Lo atravesamos y llegamos a una zona donde, como esto es Hong Kong, en vez de aceras hay escaleras mecánicas. Vamos ascendiendo entre un montón de restaurantes a ambos lados de la calle, así que pienso que va a ser difícil decidirse por uno, menos mal que la mayoría son demasiado occidentales para mi gusto. Total, que escogemos uno al azar. Afortunadamente, acertamos.

A las 12.53 nos encontramos en pleno Soho en el restaurante Cicada. Por 200 HKD, o sea, barato, comemos los dos bastante bien de un menú compuesto por primero, segundo (un wok a elegir) y de bebida, todo el te verde que queremos. Las escaleras mecánicas quedan justo a nuestro lado y el constante fluir de gente convierte el almuerzo en una situación de lo más entretenida.

Vemos que nos da tiempo de regresar al hotel andando, así que apuramos los minutos y seguimos descubriendo un montón de calles y rincones nuevos de esta fascinante ciudad. Me voy con buen sabor de boca del Soho, que además de ser una animada zona de restaurantes, cuenta con algunas tiendas pequeñas "vintage/románticas" con una pinta estupenda.

Es hora de decir adiós a Hong Kong. Con pena dejamos el hotel Butterfly on Hollywood, en el que hemos estado tan a gusto, para dirigirnos a la cercana estación de metro (la de Sheung Wan).

A las 15.05 estamos ya en el tren de cercanías dirección Lo Wu y camino de la frontera. El día, para variar, es gris (el tiempo no nos ha acompañado en Hong Kong). El billete nos ha costado 35 HKD/pax. Nos podría haber salido más barato pagando con la Octopus Card pero otra vez nos ha fallado el saldo y no nos ha compensado recargar con el mínimo (50HKD).

Aprovecho para gritar a los cuatro vientos lo recomendable que es comprarse la Octopus Card.  Sus ventajas son múltiples, entre ellas descuentos en los tickets, entradas sin hacer cola, etcétera. Un ejemplo ha sido el "cable car", en el que nos hemos ahorrado una cola tremenda por un precio algo mas barato.

A las 16.43 estamos ya en la estación de Shenzen, comiendo en el Kentucky Fried Chicken por 60Y (no hay mucha más oferta). Siempre podríamos haber comprado en la tiendecita cajas de fideos deshidratados y con el agua caliente de los dispensadores haber comido de eso (que es lo que hacen los chinos) pero hoy creo que prefiero el pollo crujiente, con su sorprendente toque picante que tanto gusta por aquí.

En los minutos previos a la salida y a pesar de que los asientos del tren van numerados, asisto alucinada al espectáculo de cómo los locales intentan saltarse la cola en plan agresivo. El jefe de estación, megáfono en mano, les increpa y llama al orden y algunos de los protagonistas del intento fallido vuelven a sus asientos y se quedan tan panchos, mientras que otros prueban suerte de nuevo. Estos chinos  y su aparente ansia por saltarse las normas no dejan de sorprenderme.

A las 17.46 sale puntual el tren hacia la que será nuestra siguiente parada en la ruta: Guillin. Nuestro camarote está muy sucio, especialmente la cortina, que luce un manchurrón marrón de cuyo origen prefiero no tener información. Me consuelo pensando que en principio somos afortunados porque el tren va medio vacío y parece que estaremos solos en nuestro camarote de 4 personas. ¡Qué relativa es la fortuna! Observo que estas camas no tienen escalera, ¡así que de haber tenido compañeros, lo de subirse al camastro superior hubiera sido todo un show! 

Flipo (para mal) con la litera, ¡es durísima!  Además, la colcha que te ponen para cubrirte da bastante manía, así que opto por taparme con mi propia ropa. Un consejo útil para otros viajeros que tengan previsto un trayecto en tren en su viaje por China sería llevar la manta del avión o un saco sábana con el que aplacar el frío.

Nos esperan 12 horas de viaje. Con paciencia y a saltos, conseguimos dormir bastante y, desde luego, más de lo esperado dadas las incómodas circunstancias".

¿Algún restaurante que valga la pena en Hong Kong?

¡Y tanto! Tomad nota de dos:

1_Para una cena de esas de darse un homenaje (necesarias en todos los viajes), pedid una mesa con vistas en el Aqua.

Aqua roma - aqua tokyo - aqua spirit
29f & 30f, One Peking Road
Tsimshatsui, Kowloon
Hong Kong
aqua@aqua.com.hk
tel - +852 3427 2288
Fax- +852 3427 2200

2_Hang Zhou Restaurant
Metro: Wan Chai (salida A5)

Bueno y barato. Estaba en mi lista de sitios donde sí o sí comer en Hong Kong y al final, por motivos varios, se nos quedó en el tintero. No dejéis que os pase lo mismo, id y contádmelo, por favor. Me lo recomendó mi amiga P y, la verdad, el argumento fue de lo más convincente a la vez que paradójico: un restaurante de comida rápida que cuenta con una estrella Michelin y que, sin embargo, posiblemente sea el más barato del mundo en su especie. Por tanto, no sorprende que hacer cola sea el impuesto revolucionario del lugar, que quizá pueda evitarse o minimizarse si se acude a tan insólito local fuera de las más concurridas horas punta.

Otro consejo

Si podéis, acercaos a alguna de las oficinas de turismo de Hong Kong  que hay repartidas por la ciudad. ¡Constituyen todo un espectáculo y hacen honor a su nombre! Modernas (su herramienta de consulta e información es el Ipad)y realmente útiles.

Hasta aquí una primera entrega sobre Hong Kong, uno de los lugares que más me gustó dentro de mi viaje de 18 días por China. Continuará...