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Viajar a Leeds en agosto

Antes de viajar a Leeds, lo poco que conocía sobre esas 5 letras era que daban nombre a un punto al norte de Inglaterra. No mucho más.

¿Qué me inspira Leeds? 

En primer lugar, que además de ser un destino urbano tranquilo coqueto es mucho más, pues forma parte de algo más grande y atractivo. Me refiero a Yorkshire, y Leeds me hizo pensar en las maravillas que se cuentan sobre aquel condado. 

El nombre de Leeds me saca los colores. Mi rostro se ruboriza al recordar y reconocer mi error pues, torpe de mí, durante los tres años vividos en Inglaterra, nunca -repito- nunca pisé la región que lo abraza: el Condado Histórico de Yorkshire. 


Ubicación de Yorkshire 

«Yorkshire UK 1851 locator map» por Dr Greg, Nilfanion and MRSC. Contains Ordnance Survey data © Crown copyright and database right 2010. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons.

Me consta que el vasto territorio de Yorkshire, el mayor condado de Inglaterra, es una pasada. Siempre lo tuve claro, aunque el golpe de gracia lo ejerció mi novio inglés de entonces, cuya familia es de la zona. Me hablaba maravillas del lugar: de sus paisajes, de su verde, de sus casas típicas de piedra... Sobre esos retazos, me las manejé para construir en mi cabeza una imagen de lo más bucólica. Dudo que me alejara en exceso de la realidad.

De todo eso, una vez más, no pude saborear mucho. En mi viaje a Leeds de este verano, me tuve que conformar con pasar un par de noches en una de sus principales ciudades (aunque puntualizo lo de conformar, ya que el término de marras rezuma tintes negativos y aquí servidora disfrutó de lo lindo de esas horas sueltas por sus calles).

En mi caso, viajar a Leeds desde Palma de Mallorca fue muy fácil. Mi ciudad cuenta con vuelos directos que conducen sin interrupciones hasta aquel importante centro metropolitano. ¿Cuáles consumí yo? Fueron los de Ryanair. ¿Y qué pasó después? ¿Cómo fueron mis primeras horas en Leeds? Ahí va el relato en tiempo real.

"¡Bienvenidos a Leeds! Piso la pista de aterrizaje y el fresco en la cara me confirma que estoy en Inglaterra. He leído que el aeropuerto queda a 20 minutos en coche de la ciudad. 

Abandonamos la pequeña terminal y salimos a la calle. Nos topamos de bruces con la oficina de reserva de los taxis, una especie de container negro que bien podría confundirse con la típica sucursal de alquiler de coches. 

El proceso para conseguir vehículo es rápido y eficaz: solicita un taxi en ventanilla, pagas (aceptan visa) y te vas, ¡así de fácil! Nos cobran eso sí 25 libras (una pasta por 20 minutos de trayecto), aunque no me pilla por sorpresa ya que Internet ya me lo había chivado.

Montados ya en el vehículo, los primeros minutos de trayecto me hacen pensar en los primeros minutos de otro querido viaje: la salida en coche del aeropuerto de Bristol: mismas carreteras estrechas y sinuosas. El paisaje que observor a través de la ventanilla me transmite orden. Casas bajas. Mucha vegetación. Limpieza. Tranquilidad (quizá demasiada). 

Como en Inglaterra el clima siempre es un tema, es momento de informar de que no cae ni gota, aunque el cielo si está teñido de color gris clásico. En cuanto a la vestimenta, voy con manga corta y una chaqueta fina y me apaño, aunque se hace saber que no soy nada friolera.

En breve llegamos al hotel. Nos alojamos en el reformado rebautizado Clayton Hotel Leeds, ¡no tiene mala pinta desde fuera! Más adelante descubriría todo su yo, el de un establecimiento funcional y correcto, la suma de habitaciones de un hotel de negocios estándar. Eso sí, el wifi funcionará de maravilla. Por el contrario, faltarán amenities

Tras el tiempo justo de soltar los trastos en nuestro nuevo hogar temporal, nos encontramos de vuelta en la recepción, donde nos hacen entrega de un práctico plano del centro, del que nos separan apenas unos minutos a pie. De camino, descubrimos muchas oficinas modernas entremezcladas con casas clásicas de ladrillo rojo y fábricas abandonadas de cristales rotos.

Primer contacto con Leeds

La primera impresión es muy buena. Leeds es seguro y el centro está muy cuidado. La ciudad es compacta y se puede recorrer fácilmente a pie. Mirando el mapa es muy sencillo ordenar la información y la visita, decidir lo que ver o hacer según apetezca. La zona de tiendas está claramente delimitada, así como la de ocio y, por último, la de museos, donde pasamos cerca del Ayuntamiento y junto a la Fundación de Henry Moore

Resulta muy sencillo completar un paseo general por todo el centro en una tarde. Pasamos por delante de la Catedral, ya cerrada desde las 17.30h. Me sorprende su reducido tamaño, me la esperaba más grande. Como me gustaría verla por dentro, decidimos darle otra oportunidad y acercarnos el viernes a las 12.30h. Entonces habrá misa y podremos entrar.



La zona de tiendas tiene buen aspecto. A estas horas (cerca de las 19.30h) el ambiente empieza ya a decaer. Observo que predominan los comercios de siempre, los que crecen como setas, independientemente del pais o la ciudad. Así es la comodidad, el valor seguro, la falta de sorpresa que caracteriza a las franquicias. 



Mirando hacia arriba (algo que deberíamos hacer más en la vida diaria y no solo en los viajes), llama mi atención un local con plantas, que cuelgan de sus altos techos. ¿Qué es esta cafetería de look moderno y divertido?, nos preguntamos. Resulta ser un espacio gastronómico cerrado, algo así como el PLATEA de Madrid pero en versión Leeds. En pocas palabras, os presento el 'food hall' de diseño del lugar. 

Como dato peregrino, contar que a Leeds la atraviesa un río llamado River Aire. ¿Es o no es un nombre delicioso? 

Hora de cenar

Aprieta el hambre. Tras curiosear un poco la zona de ocio y desgranar la oferta de restauración existente (que si italiano, que si asiático, que si portugués), acabamos cenando en el Becketts Bank, un gastropub situado en primera línea de la zona cívica de Leeds y a un paso de la zona comercial. Me mueve el antojo de comida de pub, la pena es que nuestra elección resulta ser un desastre total. Mis 'bangers and mash' (nótese que la bomba en cuestión tiene una onda expansiva de casi 1000 calorías), vienen cubiertos de una tonelada de guisantes (¿estarían de oferta?), mientras que los nachos para picar no pueden ser más insípidos, ¡si Zapata levantara la cabeza! Como el local -un antiguo banco de techos altos y fachada con columnas cuyo tipo no sé recordar- sí tiene su encanto, mi consejo es ir para beber pero no, no, no, ¡nunca para comer! (Precio de la cena: 21 libras)".

Leeds te da sorpresas

1_El que tuvo, retuvo. Se nota que la ciudad ha tenido y tiene mucho dinero, que ha sido y es lista, culta y espabilada. El que fuera en tiempos de la revolución industrial centro neurálgico de la producción de lana, es hoy segundo en el podium de mayor centro de negocios, financiero y de servicios legales de Inglaterra, únicamente a la sombra de Londres. Y todo ese esplendor, cultura y comercio se le escapa por sus edificios, por los vidrios hoy de sus modernas oficinas y por los ornamentos y fruslerías de ayer, en las fachadas de sus numerosos bellos edificios antiguos, la mayoría datados en algún momento del siglo XIX.

2_Muchos han mantenido intacto su continente, mientras que su contenido se ha vestido de tiendas y de centros comerciales, dotados de algunos de los más bellos interiores que he visto nunca. Ir de compras agradables es una de las cosas que se pueden hacer en Leeds. O visitar museos. O cortarse el pelo o retocarse la barba...



3_... Leeds está plagado de barberías con encanto, de esas por y para modernos, de esas que se llevan ahora. Locales con logos ad hoc en la puerta, comercios con mucho gusto que llaman la atención por contener un porcentaje de tatuados y hipsters por metro cuadrado de lo más elevado.

Ahora tengo sueño, así que es momento de pedirle al teclado que me deje descansar. De no pesarme los párpados, no me quedaría con tantas cosas que me encantaron en el tintero, tantos pequeños grandes planes en Leeds

La estupenda visita a la deliciosa y bien dotada Leeds Art Gallery. Me declaro enamorada hasta la raiz de la arquitectura y belleza de su cafetería.

La refrescante incursión en las salas de su vecino, el estimulante Henry Moore Institute.

La fascinante entrada en The Yorkshire Soap Company, la tienda en la que le hubiera hincado el diente a todos y cada uno de sus apetecibles jabones.

Las tiendas y arquitectura del centro comercial Trinity Leeds.

La comida rica y barata del restaurante asiático Pho, en el céntrico y juvenil espacio gastronómico Trinity Kitchen.

El rico café, atípicamente fuerte para mi jolgorio, en el agradable y original interior del edificio del Corn Exchange (sí, donde antaño se comerciaba con el maiz).

La cena que nunca fue en el restaurante del Radison Blu Hotel: el Fire Lake.

La cena que sí fue y sí disfruté en el sofisticado restaurante The Old Post Office.

En definitiva, me despido por hoy diciendo que Leeds me cae bien. Tal es mi "feeling" con esa pequeña ciudad, cómoda de visitar, a la que no le falta de nada. Despliega sus modestos encantos todos a un paso y, sin grandes estridencias, sabe dar lo que se necesita: comprar a gusto, comer a gusto y ejercer de puerta de entrada a unos alrededores típicamente británicos.