Hoy me he puesto, por fin, a descargar las fotos de nuestro reciente viaje de amigas a Viena, de lo que fueron nuestras flamantes y ansiadas 72 horas teóricas -y 48 útiles en realidad- en la capital de Austria.
Contaros que uno de los rincones de la ciudad que recomiendo y que nos robó el corazón fue el MQ o MuseumQuarter. Os acerco un extracto de los contenidos que acabo de redactar para la guía de viajes del blog de Iberia, a ver si os traslada a aquel, un lugar artístico plagado de creatividad y de vida.
Que conste en acta que quiero más sitios así en el mundo, espacios urbanos donde en apenas un puñado de metros des una patada y te aparezcan dos museos de arte moderno, varios cafés y restaurantes con encanto, galerías de arte experimental, quioscos urbanos con decoración hawaiana, teatros infantiles y juveniles con bares modernos y, sobre todo, gente y más gente disfrutando de todo lo anteriormente expuesto.... porque si no, ¿de qué va esto? ¿Qué sería de las ciudades sin los seres humanos ejerciendo su derecho a gesticular y moverse con relax, curiosidad, ocio, emoción y disfrute?
Que conste en acta que quiero más sitios así en el mundo, espacios urbanos donde en apenas un puñado de metros des una patada y te aparezcan dos museos de arte moderno, varios cafés y restaurantes con encanto, galerías de arte experimental, quioscos urbanos con decoración hawaiana, teatros infantiles y juveniles con bares modernos y, sobre todo, gente y más gente disfrutando de todo lo anteriormente expuesto.... porque si no, ¿de qué va esto? ¿Qué sería de las ciudades sin los seres humanos ejerciendo su derecho a gesticular y moverse con relax, curiosidad, ocio, emoción y disfrute?
El día que nos
enamoramos del “MuseumsQuartier” de Viena (MQ)
Por muy documentada que fuera, nadie me había dado pistas del
profundo enamoramiento al que sucumbiría al adentrarme en el Barrio de los Museos de Viena.
El “MuseumsQuartier”
de Viena (o MQ) y yo nos conocimos de
noche, un viernes alegre en el que los vieneses habían decidido salir a la
calle y dirigir sus pasos a uno de
los complejos culturales más grandes del mundo.
De él me cautivó su espíritu vital y su alegría, así como su amplitud de miras,
que para todos –jóvenes, mayores, familias, solteros, casados- tuviera un hueco
y una atención. De él me conquistó como había decorado su espacio, con esos originales
bancos azules en plena plaza pensados para que los vieneses se sientan cómodos.
Regresamos al día siguiente. A la luz del día me gustó, si cabe,
más que la noche anterior. Nos sentamos a comer en la terraza de La Kantine, un café-restaurante
desenfadado, con diseño y bien de precio, y nos sumergimos de lleno en la
animación reinante. Para la cena
elegimos algo más sofisticado: una mesa para dos en el club Albertina Passage, un restaurante de
etiqueta chic en el que ver y ser visto.
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En la foto mi Grace, la mejor compañera de fatigas.